El espectáculo del libro de Rubiales o cómo hacerse la víctima siendo el agresor
17 Noviembre 2025 | Octavia Quiroga · Izquierda Revolucionaria Madrid
El pasado jueves 13 de noviembre, Luis Rubiales –expresidente de la Real Federación Española de Fútbol– presentó su libro Matar a Rubiales en Madrid.
Esta maniobra mediática, cuidadosamente diseñada como un acto de “resurgimiento” público, estuvo acompañada de un episodio lamentable: un asistente, que más tarde se reveló como el propio tío del autor, le arrojó huevos durante la presentación. Aunque esta teatralización pueda parecer un incidente anecdótico, para nosotras no hace sino reforzar la lógica mediática que Rubiales pretende explotar: victimizarse, dramatizar lo ocurrido y alimentar un relato épico en el que él aparece como un hombre injustamente perseguido.
Rubiales ha puesto en marcha una estrategia deliberada para reconstruir su imagen, busca encajar su figura dentro de los discursos antifeministas y presentarse como un mártir de un sistema que –según él– le habría dado la espalda. Para nosotrxs, resulta imprescindible pronunciarnos con claridad y firmeza. Rubiales no solo intenta reescribir un pasado marcado por abusos y desigualdades, sino que busca relativizar y deslegitimar las denuncias de violencia machista que lo involucran, cuestionando así a todas las mujeres que se atreven a nombrar las agresiones que sufren.
Desde el título mismo, Matar a Rubiales, se despliega una narrativa revisionista y profundamente manipuladora. El autor pretende situarse en el centro de una supuesta “gran conspiración” mediática y política, un relato que reproduce con rigurosidad los marcos discursivos que la extrema derecha y los movimientos antifeministas han extendido en los últimos años: el argumento de que la igualdad de género es una amenaza, de que el feminismo “lincha” sin pruebas, de que los hombres poderosos caen víctimas de la maquinaría ideológica. De hecho, Rubiales se atreve incluso a decir que la denuncia de Jenni Hermoso fue todo un complot del Gobierno de Pedro Sánchez para quitar el foco a la Ley de Amnistía que se estaba tramitando.
Parece un delirio, pero es el mayor reflejo de la caverna machista que nutre y dirige la charca del mundo del deporte. Al adoptar esta postura, Rubiales intenta trivializar el poder real del machismo institucional, ese mismo que durante décadas ha permitido que hombres en posiciones de poder ejerzan sus abusos con impunidad. Se trata, en definitiva, de un intento de desviar la atención de lo esencial: que es un agresor que no solo fue condenado por un movimiento feminista que se movilizó y le echó, sino también por los propios tribunales por haber vulnerado el consentimiento y la dignidad de una mujer.
Pero su narrativa no se queda ahí. En el libro, Rubiales afirma que las acusaciones en su contra fueron fruto de un plan concertado, llegando a responsabilizar al feminismo de su caída. Por supuesto, la culpa siempre la tiene el feminismo. Parece ser que cuando las mujeres denunciamos la terrible violencia sexual que sufrimos y cuestionamos todos los mecanismos que existen bajo el sistema capitalista y patriarcal para que nuestra opresión nunca desaparezca, los machirulos y sus cómplices nos presentan como una maquinaria política siniestra.
Esta maniobra, clásica dentro de la retórica de la derecha reaccionaria, pretende convertir una defensa colectiva contra la violencia machista en una conspiración. Nosotras lo decimos con claridad: no existe ninguna conspiración. Existe el hartazgo, la organización y la determinación de millones de mujeres que no estamos dispuestas a aceptar ni un abuso más, ni negociar nuestros derechos. No nos callamos más.
Aunque todo pueda parecer un meme que se mueve por redes sociales, el discurso de Rubiales es peligroso porque sigue poniendo en el punto de mira a las víctimas y pretende deslegitimar nuestra lucha. Al presentarse como víctima, blanquea el ejercicio del poder patriarcal; al inventar enemigos, alimenta la polarización antifeminista; al relativizar la agresión, contribuye a normalizar la violencia machista. Y todo esto bajo un envoltorio de “libertad de expresión” o “derecho a defenderse” que no es más que una coartada para seguir sosteniendo la impunidad de siempre.
No vamos a permitir que la narrativa de un agresor se imponga como verdad. No vamos a permitir que el feminismo combativo, el que hace ruido y molesta, sea señalado como culpable por quienes no soportan perder privilegios. Y no vamos a permitir que la violencia se disfrace de un sujeto damnificado para seguir reproduciéndose. El movimiento por la libertad de las mujeres trabajadoras y jóvenes exige justicia e igualdad, le moleste a quien le moleste.