El acoso machista en el PSOE es un cáncer extendido y consentido


16 Diciembre 2025 | Coral Latorre – Izquierda Revolucionaria · Libres y Combativas



Ya empezamos a poner nombres y apellidos a esos amigos de entre 40 y 50 años del presidente Pedro Sánchez que se sentían tan incómodos con el feminismo combativo. Y la lista es un no parar. En dos semanas siete dirigentes del PSOE, sí, esos señoros criados en un aparato burocrático que ensucia el nombre del socialismo, han sido acusados públicamente de acoso sexual por militantes de su propio partido. La avalancha de denuncias ha hecho estallar una olla podrida de machismo que desnuda la hipocresía de ese feminismo de postureo, tránsfobo y que tan bien se lleva con el poder y el sistema.

Cuando todavía está muy presente el escándalo del trío formado por Koldo García, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, una corruptela que nos dio a conocer audios con comentarios deleznables sobre la contratación de prostitutas y la consideración que tienen estos crápulas de la mujer, ahora los casos de Paco Salazar y toda la ristra que le ha seguido ponen sobre la mesa la degeneración machista de muchos dirigentes y la complicidad y protección que les ha brindado el aparato durante meses y años.

Pero estos agresores no han llegado tan lejos por casualidad. ¿O no acaba de colocar el ministro represor Marlaska a un condenado por acoso sexual al frente de la Policía Nacional en Lleida, sin que aquí pase nada?

Dirigentes muy cómodos gestionando el sistema, que manchan el nombre del feminismo

La investigación de eldiario.es en julio de este año sacó a la luz algo que, parece ser, era un secreto a voces dentro de las filas socialistas. Paco Salazar, uno de los hombres del círculo más cercano de Pedro Sánchez, asesor de Moncloa y director de la oficina de Análisis y Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, es un agresor sexual con quien muchas mujeres recomiendan no quedarse a solas nunca.

Las trabajadoras del PSOE que lo denunciaron describen el trato vejatorio que tenían que soportar: comentarios obscenos sobre la vestimenta y el cuerpo de las mujeres, y un lenguaje sexualizado en el entorno laboral. “Salía del baño que tenía en su despacho a medio vestir y no se subía la cremallera hasta que estaba cerca de tu cara (porque tú estabas sentada y él de pie)”. “Escenificó un día en medio del despacho una felación con todo lujo de detalles sin venir a cuento. En privado, sobrepasaba otras líneas”.

Esta misoginia, baboseo y abuso de poder más repugnante fue puesto en conocimiento de la dirección del partido, pero Ferraz nunca respondió. Es más, quienes trabajaban con Salazar denunciaron a través de los canales internos, y esa información fue borrada. Antes de que todo saltara por los aires y se hiciera público, hemos escuchado a ministros y ministras defender a este elemento, incluso la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, se fue de comida con él y nos recordó que era un compañero absolutamente íntegro.

Y después de Salazar vinieron Antonio Hernández, su mano derecha, cómplice y encubridor desde su posición como director del departamento de Coordinación Política en el Gabinete de la Presidencia; Toni González, alcalde de Almussafes y vicesecretario provincial del PSPV; José Tomé Roca, presidente de la Diputación de Lugo y alcalde de Monforte de Lemos, y que fue encubierto por el líder del PSdG, quien ha reconocido que sabía de las acusaciones por acoso contra él; Antonio Navarro, exsecretario general del PSOE en Torremolinos, y su “¿ese escote lo has tenido siempre?”. También Francisco Luis Fernández Rodríguez, alcalde de Belalcázar, en Córdoba, que entregó su renuncia tras hacerse públicos mensajes de wasap en los que acosaba con propuestas sexuales a una trabajadora municipal. Y Javier Izquierdo, exsenador y exsecretario de Estudios y Programas de la Ejecutiva Federal del PSOE.

Y esta basura es solo la punta del iceberg de un cáncer completamente extendido y consentido. Ahora se entiende aún mejor por qué el PSOE, cediendo a los sectores más reaccionarios del aparato del Estado, reformó de la mano del PP la Ley del Solo sí es sí con el objetivo de eliminar el consentimiento como elemento central de una agresión sexual. Y que fueran algo natural comentarios tan repugnantes como los realizados por la exministra de Justicia de Pedro Sánchez, entre 2021 y 2023, Pilar Llop, sobre lo fácil que es para nosotras demostrar si hay violencia: solo hay que enseñar “una heridita”.

Ahora se muestran sorprendidos, pero lo sabían todo. Lo sabían y decidieron no actuar. Un Pedro Sánchez noqueado nos dice que “el feminismo nos da lecciones, a mí el primero”, el mismo que hace no tanto se mostraba tan preocupado por el “feminismo que hace ruido y divide”. Las lecciones, parece, solo se reflexionan cuando tienen un micrófono delante y cámaras apuntándoles. No cuela Pedro, no cuela. Todas las respuestas han sido incoherentes, llenas de excusas intragables que rozan el ridículo. Increíble, teniendo en cuenta que todos los casos están situados en el corazón de su partido, en su círculo de confianza, y que los agresores han sorteado los numerosos protocolos que, en teoría, pusieron en marcha.

El problema no es que haya fallado un formulario. La cuestión es política. El encubrimiento de esta espiral de denuncias por parte de la dirección del PSOE está justificado por la mentalidad del señoro tan acostumbrado a hacer lo que le da la gana, tan cómodo con esta justicia patriarcal y tan resistente a aceptar los límites que el movimiento combativo de las mujeres hemos impuesto.

Son los representantes de esa doble moral de la “izquierda” de salón, arrodillada ante el poder, defensores del capitalismo, de los recortes y garantes de los beneficios del Ibex 35, quienes no dudan en aliarse con el PP para reformar la Ley del Solo sí es sí. Abolicionistas de palabra, pero en los hechos consumidores de mujeres prostituidas y esclavizadas, y que tan ofendidos están con la lucha feminista porque no quieren que nadie les rechiste. Son los respetables políticos que llevan décadas en las poltronas, quienes han perfeccionado el arte de la mentira en todas las instituciones donde juegan a dar discursitos.

Ya sabéis: ellos no son fachas, pero aman los chistes obscenos, los cubatas y los puticlubs. Como los jefes explotadores, ellos también dan cachetadas en el culo a sus subordinadas y entre risas nos dicen que “joder, qué exageradas sois, ya no se puede hacer ni decir nada”. Los conocemos bien. Son quienes pisotean día a día la lucha de millones de mujeres contra la violencia machista y la opresión patriarcal, contra el fascismo y por el “hermana yo sí te creo”.

Dando munición a la derecha

La falta de credibilidad del PSOE ahora mismo es enorme, con su estrategia contra la derecha y la extrema derecha puesta patas arriba. Si el partido de Pedro Sánchez hacía gala de luchar contra la corrupción y se jactaba de los avances en igualdad, ahora se encuentra paralizado. Es lo que tiene el doble lenguaje: digo una cosa, pero hago la contraria.

La munición entregada al Partido Popular y Vox es muy seria. Que los mismos corruptos y negacionistas de la violencia machista, quienes en todas las CCAA y Ayuntamientos donde gobiernan han derogado leyes contra la violencia de género y quieren acabar con el derecho al aborto, pretendan darnos alguna lección en la lucha contra la violencia machista es, simplemente, un chiste cruel. Pero si hoy están más envalentonados que nunca y se atreven a sacar pecho, es porque el PSOE y las políticas del Gobierno de coalición se lo permiten.

Pedro Sánchez, tratando de buscar una exculpación cuando todo le ha estallado en la cara, trata de mantener la cabeza alta diciendo que “la gran diferencia entre la derecha y la izquierda es que nosotros pedimos perdón y actuamos en consecuencia”.

Pero la realidad le desmiente. Este Gobierno no actúa en consecuencia con nada: si se trata de defender el orden capitalista, con todo lo que eso implica, es difícil encontrar diferencias sustanciales entre las políticas del PSOE y las del PP en los asuntos que afectan a la inmensa mayoría de la clase obrera y la juventud. La vivienda es objeto de una especulación inmobiliaria salvaje, sin que el Gobierno central haga nada serio al respecto; la agenda privatizadora de la sanidad y la educación va viento en popa en todos los territorios, también en los gobernados por el PSOE. La represión policial contra la izquierda combativa no cesa, la ley mordaza no se deroga, y la fascistización de la policía y el aparato del Estado campa por sus respetos ante la pasividad de este Ejecutivo de coalición, que también tiene el dudoso honor de aprobar los mayores presupuestos militares de la historia, y de aplaudir el plan de Trump y Netanyahu para mantener Gaza bajo la bota de los genocidas.

Estas verdades se completan con más cosas, que nos afectan directamente a millones de mujeres trabajadoras: los asesinatos machistas siguen disparados, las manadas que nos violan proliferan, seguimos sufriendo la discriminación en nuestros salarios y pensiones, los proxenetas que trafican con nuestros cuerpos y vidas siguen haciéndose de oro, el derecho al aborto sigue siendo impracticable en la sanidad pública en muchas Comunidades, las mujeres migrantes son asesinadas en las fronteras de Europa, y el odio tránsfobo se refuerza con ese feminismo tan del gusto del PSOE…

Las palabras de la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, expresando su preocupación y exigiendo “cambios profundos” en el equipo de Gobierno porque “así no podemos seguir”, no nos dicen nada. Sumar avala todo esto, todas esas políticas que de feministas y de izquierdas solo tienen el rótulo. Y lo más importante, Yolanda: no tenéis credibilidad para exigir nada, porque actuasteis igual con Errejón. Y lo volveríais a hacer. Porque antes que las víctimas están los sillones parlamentarios y ministeriales. Es el método del burócrata profesional y de una izquierda rosa que ha renunciado a enfrentar el sistema.

La bandera feminista es nuestra, no suya

Hemos aprendido mucho y la cosa está cada vez más clara. La violencia machista es una lacra infame que está en el ADN del sistema capitalista. La batalla consecuente contra todas las formas que adopta, contra quienes agreden, humillan, abusan y maltratan, es un principio irrenunciable para una organización que quiera transformar la sociedad, acabar con la injusticia y conseguir una vida digna y libre de opresión para todas y todos.

Por eso, no podemos engañarnos. Un partido que defiende con uñas y dientes la gobernabilidad del sistema y lo gestiona, quien llena los bolsillos de los grandes poderes económicos y coloca a muchos de sus dirigentes en los consejos de administración de las multinacionales, que adora la política belicista de la OTAN, que gobierna para los caseros rentistas y defiende en la práctica las políticas xenófobas, racistas y criminales de la UE… un partido así sabe que el machismo intrínseco a la ideología dominante es también parte de su política.

El PSOE ha utilizado la bandera del movimiento feminista para tratar de domesticar a un movimiento masivo, clasista y de combate que también amenaza sus privilegios. Ellos y ellas defienden el feminismo que nos habla de romper “techos de cristal” y “suelos pegajosos”, el de la salida individual, el de convenciones con banqueras, eurodiputadas y empresarias.

Pero esa no es la bandera de las millones de mujeres que nos hemos movilizado. Nosotras señalamos al sistema como el enemigo. Es el feminismo de las que somos cajeras, limpiadoras, dependientas, montadoras, riders, trabajadoras de atención a domicilio… de las que con nuestras manos y nuestro sudor hacemos funcionar la sociedad. El feminismo que hermana a las mujeres trabajadoras con el conjunto de la clase obrera, con la lucha del colectivo LGTBI y trans; el antifascista, el antisionista, el que no se vende ni se rinde. Una bandera limpia, revolucionaria y de transformación social. Y la seguiremos defendiendo cueste lo que cueste.